sábado, 13 de octubre de 2012

La vejez Desde la mirada biológica


FERNÁNDEZ. Rocío (S.F)  nos explica que el envejecimiento es un proceso que ocurre a lo largo de toda la vida y no solo en la última etapa de la edad adulta así como lo entendemos por lo general, además nos expone el concepto de envejecimiento actuarial dado por Hayflick (1994) quien lo define como «la suma de los cambios biológicos o pérdidas funcionales que incrementan la probabilidad de muerte». En otras palabras, la edad lleva consigo una mayor vulnerabilidad a la enfermedad y, por tanto, cualquier característica negativa a lo largo del proceso de envejecer puede ser entendida como una consecuencia de la edad cuando, en realidad, pudiera serlo de la enfermedad sobrevenida y ser producto del envejecimiento secundario (Pankow y Solotorov, 2007).
Hay que resaltar que, una vez alcanzado el máximo desarrollo bio­lógico (hacia los veinte años de edad cronológica) al mismo tiempo que nuestros sistemas biológicos se tornan menos eficientes, se pro­duce un declive de nuestras características físicas —desde luego, a una tasa distinta dependiendo de cada función, de su ejercicio y del momento distinto del proceso de la edad— pero no son, nece­sariamente, debidas a la enfermedad. Así, por ejemplo, menor elas­ticidad cutánea, menor fuerza muscular, tiempos de reacción más prolongados, menor agudeza visual y auditiva son características propias del proceso de envejecimiento, siendo todas ellas producto de la edad, por lo que forman parte del proceso de envejecimiento primario.
Pero hemos señalado que el envejecimiento es un fenómeno multi­dimensional bio-psico-social y, por tanto, cabe preguntarse si el en­vejecimiento biológico, al que nos hemos venido refiriendo como un lento proceso de declive en una serie de características físicas, ocurre paralelamente e isomórficamente a un declive en el funcionamiento psicosocial del individuo. En parte, el envejecimiento biofísico es la base del envejecimiento psico-social y, por tanto, éste transcurre pa­ralelamente a aquél. Por ejemplo, el funcionamiento cognitivo fluido que evaluamos mediante pruebas de coordinación viso-motriz o me­moria de trabajo, cursa en estrecho paralelismo al funcionamiento neurobiológico. Sin embargo, el funcionamiento de la personalidad, de la afectividad o de las relaciones interpersonales no presenta ese mismo perfil e, incluso, puede presentar tendencias de cambio posi­tivo asociadas a la edad.  


Además el cuerpo humano sufre algunos cambios los cuales son transcendentales en esta etapa; algunas características en las cuales  se refleja el envejecimiento es la gordura en ciertas regiones del  cuerpo como el vientre  y cadera.  También la piel empieza a perder la hidratación y elasticidad,  inicia la aparición de  las arrugas. Así mismo, deterioro dental,  los cabellos se encanecen y se hacen escasos. A esto se le suman  la perdida de las funciones oculares y auditivas, el incremento de la fatigabilidad muscular, reducción de las funciones motoras y fisiológicas  y  por último un cambio en la velocidad de respuesta adaptativa a ciertos estímulos  como los sexuales.

Para profundizar sobre este tema puedes visitar estas referencias:
FERNÁNDEZ. Rocío (S.F)  LIMITACIONES Y POSIBILIDADES DE LA EDAD Cap. 3. Universidad Autónoma de Madrid  Catedrática Emérita pp. 104-148 tomado de: http://www.imsersomayores.csic.es/documentos/documentos/libroblanco-envejecimientoactivo/imserso-libroblancoenvejecimientoactivo-capitulo03-01.pdf

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